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El apoyo mutuo. Pitr Kropotkin.

Publicada el 30/08/2025 - 30/08/2025 por grupoecoanarquista

El apoyo mutuo: un factor en la evolución es un libro que trata el tema del apoyo mutuo y la cooperación dentro del proceso evolutivo, escrito por el anarcocomunista ruso Piotr Kropotkin durante su exilio en Inglaterra. Los distintos capítulos fueron publicados originalmente entre 1890 y 1896 como una serie de ensayos en la revista literaria mensual británica The Nineteenth Century, y el texto completo fue publicado en 1902.

Escrita en parte como respuesta al darwinismo social y en particular al ensayo «La lucha por la existencia», de Thomas H. Huxley, el libro de Kropotkin se basó en su experiencia del día a día en expediciones científicas en Siberia para ilustrar el fenómeno de la cooperación. Tras examinar las pruebas de la cooperación en comunidades de animales no humanos, y de «salvajes» y «bárbaros», en las ciudades medievales autónomas, y en la época moderna, llega a la conclusión de que la cooperación y la ayuda mutua son tan importantes en la evolución de la especie, como lo es la competencia, en caso de no ser más.

Presentamos aquí un brevísimo resumen con citas textuales del autor.

Sobre los estudios de Charles Darwin y Thomas Henry Huxley.

[…] De la gran masa de datos zoológicos que ha reunido infiere, pues, que aunque es cierta la lucha entre especies diferentes y entre grupos de una misma especie, en términos generales debe decirse que la pacífica convivencia y el apoyo mutuo reinan dentro del grupo y de la especie, y, más aún, que aquellas especies en las cuales más desarrollada está la solidaridad y la ayuda recíproca entre los individuos tiene mayores posibilidades de supervivencia y evolución. El principio del apoyo mutuo no constituye, por tanto, para Kropotkin, un ideal ético ni tampoco una mera anomalía que rompe las rígidas exigencias de la lucha por la vida, sino un hecho científicamente comprobado como factor de la evolución, paralelo y contrario al otro factor, el famoso «struggle for life». Es claro que el principio podría interpretarse como pura exigencia moral del espíritu humano, como imperativo categórico o como postulado o fundacional de la sociedad y de la cultura. Pero en ese caso habría que adoptar una posición idealista o, por lo menos, renunciar al materialismo mecanicista y, al naturalismo antiteológico que Kropotkin ha aceptado. Si tanto se esfuerza por demostrar que el apoyo mutuo es un factor biológico, es porque sólo así quedan igualmente satisfechas y armonizadas sus ideas filosóficas y sus ideas socio-políticas en una única Weltanschauung, acorde, por lo demás, con el espíritu de la época. […]

[…] La concepción huxleyana de la lucha por la vida, aplicada a la historia y la sociedad humana, tiene una expresión anticipada en Hobbes, que presenta el estado primitivo de la humanidad como lucha perpetua de todos contra todos. Esta teoría, que muchos darwinistas como Huxley aceptan complacidos, se funda, según Kropotkin, en supuestos que la moderna etnología desmiente, pues imagina a los hombres primitivos unidos sólo en familias nómadas y temporales. Invoca, a este respecto, lo mismo que Engels, el testimonio de Morgan y Bachofen. La familia no aparece así como forma primitiva y originaria de convivencia sino como producto más bien tardío de la evolución social. Según Kropotkin, la antropología nos inclina a pensar que en sus orígenes el hombre vivía en grandes grupos o rebaños, similares a los que constituyen hoy muchos mamíferos superiores. También estudia, valiéndose de relatos de viajeros y estudios etnográficos, las tribus primitivas que aun habitan fuera de Europa (bosquimanos, australianos, esquimales, hotentotes, papúes etc.), en todas las cuales encuentra abundantes pruebas de altruismo y espíritu comunitario entre los miembros del clan y de la tribu. Adelantándose en cierta manera a estudios etnográficos posteriores, intenta desmitologizar la antropofagia, el infanticidio y otras prácticas semejantes (que antropólogos y misioneros de la época utilizaban sin duda para justificar la opresión colonial). Pone de relieve, por el contrario, la abnegación de los individuos en pro de la comunidad, el débil o inexistente sentido de la propiedad privada, la actitud más pacífica de lo que se suele suponer, la falta de gobierno.[…]

El «Apoyo Mutuo», de Kropotkin, es uno de los grandes libros del mundo. Un hecho que evidencia tal afirmación es el que está siendo continuamente reeditado y que también constantemente se encuentra agotado. Es un libro que siempre ha sido difícil de conseguir, incluso en bibliotecas, pues parece estar en demanda perenne. Cuando Kropotkin decidió marchar a Siberia, en julio de 1862, la geografía, zoología, botánica y antropología de esta región era escasamente conocida. Allí, su trabajo de investigación en este tema fue sobresaliente. Las publicaciones resultantes de sus observaciones meteorológicas y geográficas fueron publicadas por la Sociedad Geográfica Rusa, y por este trabajo Kropotkin recibió una de sus medallas de oro. La teoría kropotkíniana sobre el desarrollo de la estructura geográfica de Asia representó una de las grandes generalizaciones de la geografía científica, y es suficiente como para darle un lugar permanente en la historia de esta ciencia. Kropotkin mantuvo a lo largo de toda su vida un interés activo por esta ciencia, y, además de muchas conferencias sobre el tema y artículos en revistas científicas y publicaciones de carácter general, escribió artículos geográficos en la Geografía Universal de Reclus, en la Enciclopedia Chambers y en la Enciclopedia Británica.

Lo que Kropotkin encontró inaceptable y contradictorio era el extremismo evolucionista representado por Huxley en su «Manifiesto de la lucha por la existencia». Ello le iba a la filosofía de la época, el laissez-faire, como anillo al dedo. A Kropotkin no le gustaban sus implicaciones, ni políticas ni en cuanto al evolucionismo. Habiendo ya dedicado durante varios años mucha reflexión a estas materias, Kropotkin decidió contestar a Huxley con amplitud. Hoy «El apoyo mutuo» es el más famoso de los muchos libros de Kropotkin. Es un clásico. El punto de vista que representa se ha abierto camino lenta, pero firmemente, y, en verdad, poco lejos estamos del momento en que se convierta en parte del canon generalmente aceptado de la biología evolucionista. A la luz de la investigación científica, en los muchos campos que toca «El apoyo mutuo» desde su publicación, los datos de Kropotkin y la discusión que basa en ellos se mantienen notablemente en pie. Los trabajos de ecólogos como Allen y sus alumnos, de Wheeler, Emerson y otros, de antropólogos, demasiado numerosos como para nombrarlos, sobre pueblos primitivos y sin literatura, y de naturalistas, han servido abundantemente cada uno en su campo para confirmar las principales tesis de Kropotkin. Nuevos datos pueden llegar a ser obtenidos, pero ya podemos ver con seguridad que todos ellos servirán mayormente para apoyar la conclusión de Kropotkin de que «en el progreso ético del hombre, el apoyo mutuo —y no la lucha mutua— ha constituido la parte determinante».

El apoyo mutuo en animales y humanos.

[…] Por lejos del patio de la granja que se hubiesen trillado las parvas de trigo, los gorriones de dicho patio siempre aparecían con los buches repletos de granos. Cierto es que los gorriones guardan sus dominios con gran celo de la invasión de extraños, como, por ejemplo, los gorriones del jardín de Luxemburgo, París, que atacan con fiereza a todos los otros gorriones que tratan, a su vez, de aprovechar el jardín y la generosidad de sus visitantes; pero dentro de sus propias comunidades o grupos practican con extraordinaria amplitud el apoyo mutuo a pesar de que a veces se producen riñas, como sucede, por otra parte, entre los mejores amigos. La caza en grupos y la alimentación en bandadas son tan corrientes en el mundo de las aves que apenas es necesario citar más ejemplos: es menester considerar estos dos fenómenos como un hecho plenamente establecido. En cuanto a la fuerza que dan a las aves semejantes asociaciones, es cosa bien evidente. Las aves de rapiña más grandes suelen verse obligadas a ceder ante las asociaciones de los pájaros más pequeños. Hasta las águilas —aun la poderosísima y terrible águila rapaz y el águila marcial, que se destacan por una fuerza tal que pueden levantar en sus garras una liebre o un antílope joven— suelen verse obligadas a abandonar su presa a las bandadas de milanos, que emprenden una caza regular de ellas, no bien notan que alguna ha hecho una buena presa.[…]

[…] Las aldeas se agrupan en clanes o tribus; varios clanes constituyen la confederación; y finalmente, varias confederaciones se constituyen a veces en una liga cuyo fin principal es la protección armada. Los kabilas no conocen autoridad alguna fuera de su djemda o asamblea de la comuna aldeana. Participan en ella todos los hombres adultos, y se reúnen simplemente bajo el cielo abierto, o bien en un edificio especial que tiene asientos de piedras. Las decisiones de la djemda, evidentemente, deben ser tomadas por unanimidad, es decir, el juicio se prolonga hasta que todos los presentes están de acuerdo en tomar una decisión determinada, o en someterse a ella. Puesto que en la comuna aldeana no existe autoridad que pueda obligar a la minoría a obedecer, la discusión y el acuerdo se convierten en la única forma de gobierno real. Todo extranjero que aparece en la aldea kabila tiene derecho, en invierno, a refugiarse en una casa, y sus caballos pueden pastar durante un día en las tierras comunales. En caso de necesidad, puede, además, contar con un apoyo casi ilimitado. Así, durante el hambre de los años 1867-1868, los kabilas aceptaban y alimentaban, sin hacer diferencia de origen, a todos los que llegaban con hambre, sin recurrir a auxilio del gobierno y sin quejarse por la carga; la consideraban como su deber natural.[…]

[…] De aquellos que viven en la estepa de Kudinsk, en el Lena superior, y que evitaron más que otros la influencia rusa, tenemos en ellos una muestra bastante buena de los bárbaros en estado de transición de la ganadería a la agricultura. Estos buriatos viven, hasta ahora, en «familias indivisas», es decir, que a pesar de que cada hijo después de su casamiento se va a vivir a una choza separada, sin embargo las chozas de por lo menos tres generaciones se encuentran dentro de un recinto, y la familia indivisa trabaja en común en sus campos y posee en común sus bienes domésticos, el ganado y también los «teliátniki» (pequeños espacios cercados en los que guardan el pasto tierno para alimentar a los terneros). Comúnmente cada familia se reúne para comer en su choza; pero cuando se asa carne, todos los miembros de la familia indivisa, de veinte a sesenta personas, banquetean juntos. Varias de tales grandes familias, que viven en grupo, y también familias de menor proporción, asentadas en el mismo lugar, forman un «ulus» o comuna aldeana. Varios «ulus» componen un clan —más exactamente una tribu— y cada cuarenta y seis «clanes» de la estepa de Kudinsk están unidos en una confederación. En caso de necesidad, provocada por tales o cuales circunstancias especiales, varios «clanes» ingresan en uniones menores, pero más estrechas. Estos buriatos no reconocen la propiedad privada agraria, que los «ulus» poseen la tierra en común, o más exactamente, la posee toda la confederación, y de ser preciso se procede a la redistribución de las tierras entre los diferentes «ulus», en la asamblea de todo el clan, y entre los cuarenta y seis clanes en la asamblea de la confederación.[…]

[…] El apoyo mutuo atraviesa como un hilo rojo toda la vida de los kabilas, y si uno de ellos, durante un viaje fuera de los límites de la tierra natal, encuentra a otro kabila necesitado, debe prestarle ayuda, aunque para esto tuviera que arriesgar sus propios bienes y su vida. Si tal cosa no fuera prestada, la comuna a que pertenece el que ha sido damnificado por semejante egoísmo, puede quejarse y entonces la comuna del egoísta lo indemniza inmediatamente.[…]

[…] Dicho más brevemente, ni las fuerzas abrumadoras del estado centralizado, ni las doctrinas de mutuo odio y de lucha despiadada que provienen, ordenadas con los atributos de la ciencia, de los filósofos y sociólogos obsequiosos, pudieron desarraigar los sentimientos de solidaridad humana, de reciprocidad, profundamente enraizados en la conciencia y el corazón humanos, puesto que este sentimiento fue criado por todo nuestro desarrollo precedente. Aquello que ha sido resultado de la evolución, comenzando desde sus más primitivos estadios, no puede ser destruido por una de las fases transitorias de esa misma evolución. Y la necesidad de ayuda y apoyo mutuos que se ha ocultado quizá en el círculo estrecho de la familia, entre los vecinos de las calles y callejuelas pobres, en la aldea o en las uniones secretas de obreros, renace de nuevo, hasta en nuestra sociedad moderna y proclama su derecho, el derecho de ser, como siempre lo ha sido, el principal impulsor en el camino del progreso máximo.[…]

Publicado en ANARQUISMO, ANARQUISTAS CLÁSICOS

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