Saltar al contenido

GEA

Grupo EcoAnarquista

  • ABOUT US / SOBRE NOSOTRXS
    • Declaración de Principios y Pacto Social GEA
  • ANTÁRTIDA LIBRE: UN TERRITORIO PARA TODA LA HUMANIDAD
  • CONTRA LA GUERRA, CONTRA EL ESTADO
  • JORNADA DE 30 HORAS SEMANALES
  • NO MÁS ZONAS DE SACRIFICIO
  • GUÍA PARA EXIMIRTE DEL SERVICIO MILITAR

Categoría: ECOANARQUISMO

Ecología de la libertad. Murray Bookchin.

Publicada el 03/09/2025 - 04/09/2025 por grupoecoanarquista

Resumen de La ecología de la libertad de Murray Bookchin

Enfoque general y contexto histórico.

Murray Bookchin (1921–2006) propuso en La ecología de la libertad una visión radical que vincula los problemas ecológicos con las estructuras sociales de dominación. Definió el anarquismo como “oposición a la dominación”, en lugar de la tradicional oposición al Estado y al capital. Desde esta perspectiva, el libro analiza cómo la noción de dominación de la naturaleza proviene en realidad de la dominación del hombre por el hombre. En otras palabras, el deterioro ecológico actual es una consecuencia directa de las jerarquías y relaciones de poder instauradas en la historia. Bookchin relata que este convencimiento central –que la “dominación de la naturaleza” surge de la dominación humana– guió sus investigaciones previas (por ejemplo, Nuestro medio ambiente sintético, 1963) y culmina en la necesidad de explicar el surgimiento de la jerarquía social y de identificar las prácticas para generar una sociedad ecológica verdaderamente armónica.

La ecología social de Bookchin integra los principios del anarquismo con el verde: no existe una diferencia real entre ambos –la ecología social es “una tentativa de ampliar el horizonte del anarquismo”–. En sus propios términos, Bookchin consideraba que los seres humanos tienen una relación sistémica con la naturaleza donde el orden natural es descentralizado y autorregulado (como una red o rizoma), sin necesidad de autoridades centralizadas. Solo cuando la sociedad introduce procesos centralistas y autoritarios surge la degradación ambiental: “Los humanos producirían problemas ambientales solo cuando introducen procesos centralistas y autoritarios en sus sociedades”. Así, para Bookchin el problema ecológico es esencialmente social y político, no simplemente técnico o “ambientalista”.

Crítica al ambientalismo.

Bookchin critica duramente el ambientalismo “estrecho, pragmático y socialmente neutro” de la época (años 80), que se concentraba en síntomas puntuales (contaminación, vertidos, residuos tóxicos, etc.) sin cuestionar el sistema social subyacente. Aunque reconoce la importancia de demandas como la lucha contra la contaminación o los alimentos químicos, denuncia que dicho ambientalismo proponía soluciones meramente instrumentales y tecnocráticas: adaptar la naturaleza a las necesidades de la sociedad existente. En sus palabras, estos planteos eran “lamentablemente inadecuados”, pues trataban la naturaleza solo como un depósito de recursos. Bookchin señala que el ambientalismo convencional no cuestiona la premisa básica de la sociedad capitalista –el imperativo de dominio y crecimiento– sino que intenta un “ajuste” técnico. En cambio, la ecología social de Bookchin reclama una transformación radical del orden social: los problemas ambientales están “profundamente arraigados en una sociedad irracional y antiecológica” y no pueden resolverse con reformas aisladas.

Las raíces históricas de la jerarquía y dominación.

Bookchin traza históricamente la aparición de la jerarquía como un proceso gradual ligado al surgimiento de la desigualdad social. En las sociedades primitivas igualitarias, las personas vivían en pequeños grupos cooperativos donde no existía la idea de dominar la naturaleza. En esos “pueblos ágrafos” prealfabetizados primaba una relación de simbiosis con el medio –“un sentido de simbiosis y de interdependencia comunal”– y no la creencia de que el ser humano debía dominar la tierra. Bookchin enfatiza que la idea de dominio sobre la naturaleza surgió solo tras la ruptura de esa igualdad primordial: con la aparición de estructuras jerárquicas, clases sociales y el Estado comenzó también el cambio de actitud hacia la naturaleza.

En su análisis, Bookchin dedica un capítulo a los orígenes de la jerarquía. Señala que posiblemente la primera forma de jerarquía fue la gerontocracia (dominio de ancianos sobre jóvenes), seguida por otras diferencias graduales (peso social de guerreros, chamanes, patriarcas, castas, etc.). Subraya que la jerarquía no surgió de golpe sino como un largo proceso histórico complejo. Además, advierte que las jerarquías no se limitan a las estructuras económicas: son sistemas “culturales, tradicionales y psicológicos de obediencia y mandato” que trascienden las nociones de clase o Estado. En muchos momentos los radicales (por ejemplo, marxistas) hablaban solo de “clases” y “Estado”, ignorando la profundidad del fenómeno jerárquico. Bookchin afirma que usar indebidamente jerarquía, clase y Estado de forma indiferente resulta “insidioso y oscurantista”. En su definición, la jerarquía incluye la dominación del viejo sobre el joven, del hombre sobre la mujer, de un grupo étnico sobre otro, etc.; es un complejo sistema de mando y obediencia donde las élites gozan de privilegios económicos, sociales y psicológicos, y que puede subsistir aún en sociedades sin clases formales.

Bookchin sostiene que estas relaciones jerárquicas impregnaron todo el tejido social y mental: al consolidarse la jerarquía se otorgó supremacía al trabajo productivo sobre lo manual, a la “realidad” sobre el placer, a la razón instrumental sobre otras expresiones humanas. Así, desmontar la jerarquía exige ir más allá de reformas superficiales. Incluso si eliminamos la injusticia social, el sistema de clases o el Estado, advierte Bookchin, seguiremos cargando con “los obstáculos de la jerarquía y la dominación”. Esto explica por qué combatir únicamente la explotación o la propiedad privada no es suficiente: hay opresiones fundadas en la edad, el género, la burocracia, etc., que requieren una perspectiva más amplia.

Sociedad orgánica y visiones sobre el trabajo.

Un tema clave es la sociedad orgánica, esto es, las culturas igualitarias anteriores a la jerarquía. Bookchin dedica un capítulo entero a resaltar sus características: en esas sociedades la unidad entre comunidad y naturaleza era vivida como algo real. Los pueblos preestatales experimentaban la naturaleza como parte de sí mismos, no como un objeto ajeno. Afirmaba que dichas culturas generaron inconscientemente valores ecológicos (cuidado mutuo, minimalismo, complementariedad) que hicieron posibles modos de vida ricos en solidaridad. Estos principios –el usufructo comunitario de los recursos, el respeto de las diferencias (edad, sexo, habilidad), el mínimo irreductible de derechos– garantizaban que ninguna persona quedara desprotegida, evitando la envidia o la acumulación despótica. La emergencia de la jerarquía, en cambio, trastocó estos patrones: el parentesco y la propiedad privada erosionaron la orientación hacia la libertad y el cuidado mutuo, dando paso a la división por clases y a la dominación del hombre sobre la naturaleza.

La tecnología es otro eje del análisis de Bookchin. A diferencia de algunos ecologistas que demonizan toda tecnología, él reexamina la evolución técnica a la luz de valores sociales. Sostiene que durante mucho tiempo la tecnología (y el trabajo humano) pudo ser liberadora, una expresión creativa del logos o razón que existe implícita en la naturaleza. Sin embargo, con la modernidad la razón fue reducida a mera racionalización instrumental. Bookchin propone recuperar una visión de la razón como lógica interna de la naturaleza –un “logos” secular– para repensar la técnica, el trabajo y la relación humano‑naturaleza. En última instancia, plantea que existen tecnologías e instituciones que pueden organizarse de forma no jerárquica. Por ejemplo, defiende el desarrollo de tecnología adecuada a escala humana (energías renovables pequeñas, sistemas descentralizados, etc.) en el marco de la autonomía comunitaria. En contraposición, critica la tecnofilia futurista y el fetichismo de la máquina de cierto ambientalismo superficial, alertando que sin un cambio social profundo la tecnología simplemente perpetuará las dinámicas de dominación existentes.

Distinciones conceptuales clave.

Bookchin articula varias distinciones fundamentales para aclarar su enfoque ético y político. Entre ellas figuran:

1) Jerarquía vs. Clase: Jerarquía es un concepto más amplio que clase. Bookchin advierte que utilizar jerarquía, clase y Estado como sinónimos es “insidioso y oscurantista”. La jerarquía incluye las estructuras sociales y culturales de obediencia (de ancianos sobre jóvenes, de hombres sobre mujeres, de élites burocráticas, etc.) que pueden existir aun en ausencia de clases formales. En cambio, la noción de clase remite específicamente a las divisiones económicas propias de la sociedad capitalista o clasista.

2) Justicia vs. Libertad: Bookchin subraya que los ideales de justicia y libertad no son equivalentes. Critica que la tradición socialista y anarquista ha clamado “¡Justicia!” como si fuera sinónimo de libertad. Para él, la verdadera libertad supone reconocer desigualdades legítimas (capacidades, responsabilidades, necesidades) y trasciende la mera igualdad formal. Cita a Proudhon y Marx al decir que la libertad presupone una igualdad sustantiva basada en el reconocimiento de diferencias entre las personas. Desde su punto de vista, centrarse solo en la justicia (igualdad ante la ley o en la recompensa) puede ocultar la lucha por la libertad real, que va más allá de la abolición de clases.

3) Moralidad vs. Ética: Otra distinción es entre moralidad y ética. Bookchin entiende la moralidad como patrones de conducta pre-reflexivos o tradicionales (“mandamientos sacrosantos” heredados) aún no analizados racionalmente por la comunidad. En cambio, la ética implica un examen racional de las razones que justifican nuestras acciones. Por ejemplo, los mandatos religiosos (morales) se basan en autoridad teológica, mientras la ética racional –el “imperativo moral” kantiano– requiere justificarse lógicamente, más allá de la mera fe. En suma, la moralidad se halla en la transición entre hábito inconsciente y crítica racional ética.

4) Placer vs. Felicidad: Bookchin distingue también entre placer inmediato y felicidad real. Define la felicidad como la satisfacción de nuestras necesidades vitales básicas (alimento, abrigo, seguridad, etc.), propias de nuestra condición biológica. En cambio, el placer es la satisfacción de deseos y “ilusiones” intelectuales, estéticas o sensuales. Advierte que muchas ideologías radicales subordinaron el placer (disfrute lúdico o sensual) a la noción de deber o sacrificio, llamándolo burgués o libertino. Sin embargo, Bookchin celebra la búsqueda utópica de placer creativo como un preludio necesario de la libertad: cuando el placer se socializa en actividades colectivas creativas, la humanidad comienza a trascender el ámbito estrecho de la justicia para penetrar el ámbito más amplio de la libertad. Además, en su introducción enfatiza que su énfasis está “más a la libertad que a la justicia, y más al placer que a la alegría”, indicando que prefiere liberar el potencial humano creativo por encima de la mera redistribución igualitaria formal.

Hacia una sociedad ecológica y libertaria.

La conclusión de Bookchin propone una sociedad ecológica basada en la democracia directa y el municipalismo libertario. El término sociedad ecológica lo reserva para una visión utópica estructurada en torno a la comunidad libre. En ella, las personas reconocerían que el ser humano está “biológicamente estructurado para vivir con los suyos” y para cuidar a su especie dentro de un grupo social amplio y libre. Estas cualidades (cooperación, mutualismo, cuidado mutuo) no serían atributos meramente naturales sino elementos constitutivos de la sociedad misma. La meta es rearmonizar la relación hombre-naturaleza partiendo de rearmonizar la relación entre los hombres.

Bookchin desarrolla este modelo en términos de comunas liberadas y confederaciones descentralizadas. Llama a este programa “municipalismo libertario”: promover asambleas locales con soberanía directa sobre la vida material y la planificación ecológica, ligadas por redes confederadas que eviten cualquier poder centralizado. En su texto propone prácticamente que la sociedad sea reescalarizada en barrios y comunas donde, mediante el uso de tecnologías apropiadas, se satisfagan las necesidades humanas sin violencia ni jerarquía. Por supuesto aclara que esto no implica un retorno irracional al mundo preindustrial: no se trata de que “el león se tumbe junto al cordero”, sino de superar la alienación urbana y reconectar con los ecosistemas locales. La sociedad ecológica no será estática ni idealizada: será el producto de luchas y transformaciones sociales donde la libertad, la ética ecológica y la creatividad humana configuran una nueva “matriz social” de convivencia.

Crítica al esoterismo ecológico.

Bookchin rechaza las interpretaciones místicas o espiritualistas de la ecología (“ecologismo profundo”, neopaganismo o romanticismos irreflexivos) que han ganado popularidad. Critica que muchas corrientes contraculturales exaltan el misticismo como forma de escapismo: estas doctrinas “celebran la incoherencia, el antirracionalismo y el misticismo” como si fuesen banderas de una intelectualidad contracorriente. Según Bookchin, la fascinación por “ecologías místicas” refleja una incapacidad para enfrentar los problemas reales –un desplazamiento de intereses que lleva al subjetivismo introspectivo– y puede sustituir una tiranía social por otra (por ejemplo, el nuevo “matriarcado” místico). Él defiende, por el contrario, una ecología basada en la razón crítica y la ética racional: el misticismo y el espiritualismo radical tienden a ser antinaturalistas y antihumanos, pues ignoran la base social e histórica de nuestros problemas ecológicos.

En síntesis, La ecología de la libertad plantea que no hay verdadero ecologismo sin lucha contra la jerarquía. Bookchin propone un pensamiento social-ecológico profundamente interconectado: los males ambientales se resuelven superando las relaciones de dominación humana, rearticulando la sociedad desde abajo y recuperando el potencial racional y creativo de la humanidad. Su tono es académico y riguroso, pero accesible, combinando antropología histórica, teoría política libertaria y reflexión ética. El libro deja así una perspectiva integral donde las soluciones ecológicas requieren transformar la sociedad en comunas libres, solidarias y descentralizadas, superando tanto el statu quo capitalista como cualquier escapismo místico.

Publicado en ECOANARQUISMO

Seis tesis sobre municipalismo libertario. Murray Bookchin.

Publicada el 31/08/2025 - 04/09/2025 por grupoecoanarquista

El texto «Seis tesis sobre el municipalismo libertario» es un manifiesto conciso y programático del pensador y activista social estadounidense Murray Bookchin (1921-2006). Representa la cristalización de sus ideas políticas más maduras, en las que sintetiza décadas de reflexión sobre ecología, anarquismo y teoría política. Bookchin propone el municipalismo libertario como una alternativa revolucionaria y viable al Estado-nación capitalista y al socialismo de estado autoritario, ofreciendo un camino hacia una sociedad verdaderamente libre, igualitaria y ecológica.

Resumen de las Seis Tesis.

1.  La Política vs. lo Político: Bookchin establece una distinción fundamental. «Lo político» se refiere al ámbito profesionalizado y estatizado del gobierno, donde el poder es delegado a unos pocos. En cambio, la «Política» (con mayúscula) es la práctica de la ciudadanía activa, la gestión directa de la comunidad a través de asambleas populares face-to-face. El municipalismo libertario busca recuperar este segundo concepto.

2.  El Municipio como Arena de Lucha: El escenario central para el cambio no es el Estado ni el lugar de trabajo de forma aislada, sino el municipio o comuna. Es en la comunidad donde convergen todos los aspectos de la vida (social, económico, ecológico) y donde la gente, como ciudadanos, puede ejercer un poder directo. Bookchin ve la comuna como la célula base de una nueva sociedad confederada.

3.  La Democracia Face-to-Face: La propuesta institucional central es la asamblea popular de vecinos. En estas asambleas, los ciudadanos deliberan y deciden directamente los asuntos que les afectan. Los delegados elegidos para tareas específicas o para coordinar con otras comunidades tendrían mandatos revocables y estarían sujetos a instrucciones precisas, evitando así la formación de una clase política profesional.

4.  Confederación y Poder Dual: Las asambleas municipales libres no existirían de forma aislada. Se confederarían entre sí en niveles regionales y más amplios para gestionar asuntos de mayor escala. Este poder popular confederado crearía un «poder dual» frente al Estado-nación, desafiando su autoridad de forma gradual y construyendo una nueva estructura política desde la base.

5.  La Oposición al Estado-Nación y al Capitalismo: Bookchin argumenta que el Estado-nación y el capitalismo son inherentemente centralizadores, jerárquicos y anti-ecológicos. Son incompatibles con una democracia real. Por lo tanto, el municipalismo libertario es abiertamente confrontacional; su objetivo no es tomar el poder estatal, sino disolverlo y reemplazarlo por la confederación de municipios libres.

6.  El Sujeto Revolucionario: Frente al marxismo clásico que centraba la fuerza del cambio en el proletariado industrial, Bookchin postula que el agente de esta transformación será un «pueblo» diverso (no una sola clase), unido por intereses comunitarios y ecológicos. Este sujeto será producto de una lucha educativa y organizativa para crear una esfera pública libertaria y una ciudadanía activa.

En conclusión, el texto es una llamada a la organización a nivel local para construir un contrapoder popular que, mediante la democracia directa y la confederación, aspire a transformar radicalmente la sociedad, disolver el Estado y armonizar la relación entre la humanidad y la naturaleza.

Publicado en ECOANARQUISMO

Nosotros los verdes, nosotros los anarquistas. Murray Bookchin.

Publicada el 30/08/2025 - 30/08/2025 por grupoecoanarquista

Murray Bookchin (14 de enero de 1921 – 30 de julio de 2006) fue un historiador, profesor universitario, investigador y activista ecologista estadounidense, fundador de una teoría llamada «ecología social» (una forma de ecoanarquismo) y uno de los pioneros del movimiento ecologista. Nosotros los verdes, nosotros los anarquistas fue una ponencia presentada en una conferencia internacional organizada por los Verdes italianos en septiembre de 1987.

Hoy en día nuestra relación con el mundo natural está atravesando una fase crítica que no tiene precedente en la historia de la especie humana. Recientes estudios sobre el “Efecto Invernadero” conducidos en los Estados Unidos, demuestran que tenemos que encontrar desde ahora la manera de hacer disminuir el porcentaje de monóxido de carbono presente en la atmósfera en la cual vivimos. En caso contrario, no solamente se presentarán graves mutaciones químicas, sino que la misma sobrevivencia de la especie humana estará en grave peligro.

No se trata nada más de un problema de contaminación por los venenos con los cuales nos alimentamos. La alteración de los grandes ciclos geoquímicos podría poner fin a la vida humana sobre este planeta. Por mi parte estoy consciente de la necesidad de reaccionar inmediatamente para contrarrestar los procesos que están dañando la tierra. Soy totalmente solidario de muchos de los grupos ambientalistas, y en los últimos 30 años he estado involucrado cotidianamente en actividades para la defensa del ambiente: contra las centrales nucleares, contra la construcción de nuevas carreteras, contra la destrucción del suelo y el uso incontrolado de pesticidas y de biocidas, y por la promoción del reciclaje y de un crecimiento cualitativo y no sólo cuantitativo.

Estos problemas ambientales me han preocupado por años y por décadas, tanto como hoy en día me siguen preocupando. Estoy de acuerdo con ustedes sobre la necesidad de bloquear los reactores nucleares y de poner fin a la contaminación de la atmósfera, de las tierras agrícolas, de los cultivos, o sea de liberarnos de los venenos que se están difundiendo sobre todo el planeta y que ponen en peligro a nuestra especie y a toda la vida. Comparto con ustedes todo esto, pero me gustaría que fuéramos un poquito más allá con nuestros planteamientos.

Hoy en día nuestra relación con el mundo natural está atravesando una fase crítica que no tiene precedente en la historia de la especie humana. Recientes estudios sobre el ‘Efecto Invernadero’ conducidos en los Estados Unidos, demuestran que tenemos que encontrar desde ahora la manera de hacer disminuir el porcentaje de monóxido de carbono presente en la atmósfera en la cual vivimos. En caso contrario, no solamente se presentarán graves mutaciones químicas, sino que la misma sobrevivencia de la especie humana estará en grave peligro.

No se trata nada más de un problema de contaminación por los venenos con los cuales nos alimentamos. La alteración de los grandes ciclos geoquímicos podría poner fin a la vida humana sobre este planeta. Por mi parte estoy consciente de la necesidad de reaccionar inmediatamente para contrarrestar los procesos que están dañando la tierra. Soy totalmente solidario de muchos de los grupos ambientalistas, y en los últimos 30 años he estado involucrado cotidianamente en actividades para la defensa del ambiente: contra las centrales nucleares, contra la construcción de nuevas carreteras, contra la destrucción del suelo y el uso incontrolado de pesticidas y de biocidas, y por la promoción del reciclaje y de un crecimiento cualitativo y no sólo cuantitativo.

De hecho pienso que es esencial el empujar siempre más allá de nuestro cuestionamiento, porque no podemos seguir poniendo más parches aquí y allá que no resuelvan los verdaderos problemas. Posiblemente logremos un día hacer cerrar una fábrica que inquina la atmósfera. Pero al final, ¿qué logramos?: una nueva central nuclear. Vivimos en un mundo basado en el intercambio de contrapartidas, y nos seguimos comportando de acuerdo a esas leyes. Definitivamente, pasando de un mal mayor a un mal menor y de un mal a otro mal, seguimos empeorando la situación general. No se trata sólo de una cuestión de plantas para la producción de energía, por más importantes que éstas sean; ni tampoco el problema de los gases contaminantes; tampoco el problema está en los daños que causamos a la agricultura, o el congestionamiento y la contaminación de los centros urbanos.

El problema es otro más grave: estamos simplificando el planeta. Estamos disolviendo los ecosistemas que se formaron en millares de años. Estamos destruyendo las cadenas alimenticias. Estamos rompiendo las ligas naturales y llevando al reloj evolutivo a un atraso de millones de años en el tiempo. a las épocas en las que el mundo era mucho más simple y no se encontraba en la posibilidad de sostener la vida humana.

Una Visión del Mundo más Coherente.

No se trata nada más de tecnología, aún si el control tecnológico es muy importante. Es claro que necesitamos una tecnología nueva. Necesitamos una tecnología basada en la energía solar y en la eólica, y necesitamos nuevas formas de agricultura. Sobre esto, no hay dudas, estamos todos de acuerdo. Pero existen problemas de fondo mucho más graves que aquellos creados por la tecnología y el desarrollo moderno. Tenemos que buscarlos en las raíces mismas del desarrollo. Y primero que nada tenemos que buscarlos en los orígenes de una economía basada sobre el concepto de ‘crecimiento’: la economía de mercado; una economía que promueve la competencia y no la colaboración, que se basa en la explotación y no en el vivir en armonía. Y cuando digo vivir en armonía entiendo no solamente el hacerlo con la naturaleza, sino entre la misma gente.

Tenemos que empujar hacia la construcción de una sociedad ecológica que cambie completamente, que transforme radicalmente nuestras relaciones básicas. Mientras que vivamos en una sociedad que marcha hacia la conquista, al poder, fundada en la jerarquía y en la dominación, no haremos nada más que empeorar el problema ecológico, independientemente de las concesiones y pequeñas victorias que logremos ganar. Por ejemplo, en California, nos han donado algunas hectáreas de árboles, y luego han talado bosques completos. En Europa están haciendo la misma cosa.

Prometen acabar con las lluvias ácidas, y las lluvias ácidas siguen cayendo. Deciden poner en el mercado alimentos naturales, no contaminados por los pesticidas, y efectivamente el porcentaje de veneno disminuye, pero lo poco que queda está constituido por los venenos más peligrosos para el organismo.

Nuestro problema no es solamente de mejorar el ambiente, o de parar las centrales nucleares, de bloquear la construcción de nuevas carreteras, o la construcción, expansión y sobrepoblación en las ciudades, la contaminación del aire, del agua y de los alimentos. La cuestión que tenemos que enfrentar es mucho más profunda.

Tenemos que llegar a una visión del mundo mucho más coherente. No tenemos que ponernos a proteger los pájaros olvidándonos de las centrales nucleares, y tampoco luchar contra las centrales nucleares olvidándonos de los pájaros y de la agricultura. Tenemos que llegar a comprender los mecanismos sociales y hacerlo de una manera coherente.

Tenemos que enfocarlos en una visión coherente, una lógica que prevé a largo plazo una transformación radical de la sociedad y de nuestra misma sensibilidad. Hasta que esta transformación radical no empiece, lograremos cosas pequeñas, de poca importancia. Venceremos algunas batallas pero perderemos la guerra, mejoraremos algo, pero no obtendremos ninguna victoria. Hoy en día vivimos el momento culminante de una crisis ambiental que amenaza nuestra misma sobrevivencia, tenemos que avanzar hacia una transformación radical, basada en una visión coherente que englobe todos los problemas. Las causas de la crisis tienen que aparecer claras y lógicas de manera que todos — nosotros incluidos — las podamos entender. En otras palabras, todos los problemas ecológicos y ambientales son problemas sociales, que tienen que ver fundamentalmente con una mentalidad y un sistema de relaciones sociales basadas en la dominación y en las jerarquías. Estos son los problemas que nos ofrece hoy en día la gran difusión de la cultura tecnológica.

Ningún regalo de Parte del Estado.

¡Qué tienen que hacer entonces los Verdes? Primero que todo tenemos que clarificarnos las ideas. Tenemos que evidenciar las relaciones existentes entre los problemas ecológicos y los problemas sociales.

Tenemos que demostrar que una sociedad basada en la economía de mercado, en la explotación de la naturaleza y en la competencia acabará por destruir al planeta. Tenemos que hacer lo posible para que la gente entienda que si queremos resolver de una vez por todas nuestros problemas con la naturaleza, tenemos que preocuparnos de las relaciones sociales. La gente tiene que entender que todo tiene que unificarse en una visión del mundo coherente, en una visión basada en un análisis, en una crítica, y en soluciones de nivel político, personal e histórico.

Esto significa, dar otra vez la fuerza al pueblo. Tenemos que crear una cultura política con una visión libertaria y no limitarnos a un proyecto, que el Estado ejecuta. Tenemos que crear una literatura política, una cultura política que lleve a la gente a participar, liberándose, autónomamente, de este tipo de economía, de sociedad y de sensibilidad.

En el movimiento feminista, se empieza a discutir el tema de la dominación del hombre sobre la mujer empezando por la misma estructura de la familia. En los movimientos comunitarios, se habla de necesidades a ‘escala humana’ y de dar fuerza a los barrios, a las comunidades, a las regiones.

Estos son los argumentos más importantes que se discuten en los Estados Unidos. En relación con la tecnología, no tenemos que preocuparnos solamente con que ésta sea más eficiente y renovable, tenemos que inventar una tecnología creativa, que no sólo lleva consigo un trabajo más creativo, sino que contribuya a mejorar el mundo natural al mismo tiempo que mejora el modo y la calidad de nuestras vidas.

Pero todo esto no nos llegará desde arriba. No puede ser un regalo que el Estado nos haga. No puede traducirse en una ley salpicada por un Parlamento. Tiene que ser el fruto de una cultura popular, de una cultura política y ecológica difundida por el pueblo. Entonces no tendremos mas que elaborar estrategias para cambiar la sociedad, usando las varias organizaciones existentes. Tenemos que elaborar estrategias libertarias que conduzcan al pueblo, a la gente, a participar en el proceso de transformación social, porque si no es la gente la que quiere cambiar la sociedad, entonces no se efectuará en ella ningún cambio real ni radical.

Cuando hablamos de Ecología, hablamos de participación en el mundo natural. Decimos que nosotros, como seres humanos, compartimos la esfera de la vida juntos, con todos los demás seres vivos, y con ello buscamos aplicar un sistema de relaciones que nos haga partícipes del ecosistema.

Pero yo les pregunto, queridos amigos, si queremos ser Verdes, si queremos reverdecer al planeta: ¿Cómo podemos hacerlo sin reverdecer a la sociedad misma? Y si queremos reverdecer a la sociedad: ¡Cómo podemos pensar en una participación del mundo natural que no tome en consideración la participación popular en la vida social? Si nada más queremos conquistar el poder para cambiar a la sociedad, les garantizo que vamos a perder. Y no solamente porque algunos de nosotros, con toda la buena fe del mundo, acabaríamos con ser condicionados por el poder, emotiva y psicológicamente. Esto ya les pasó a algunos de mis mejores amigos entre los Verdes Alemanes, que con buenas intenciones y con buena fé se encontraron en el Parlamento buscando hacer coaliciones, hacer alianzas, y usar el poder desde arriba. De alguna manera ellos también se volvieron líderes espirituales aspirantes al poder. Ahora razonan en términos de ‘males menores’, de un mal ‘siempre menor’ que, al final, los llevará al peor de todos los males. Esto es lo que la historia nos ha enseñado siempre.

Verde profundo.

Ya es tiempo que nosotros los Verdes propongamos una visión libertaria, una visión anarquista que lleve a la gente hacia un movimiento Verde, que pueda ser un movimiento Verde en el sentido más profundo del término. Un movimiento Verde en el cual no nos limitemos a llevar adelante un proyecto coherente y que unifique todos los problemas en un programa y análisis comunes, sino en un movimiento en el cual la gente sea la primera protagonista de su historia. Tenemos que apoyar la creación de una sociedad libertaria: ecolibertaria. Esto es lo que nos enseñaron las experiencias alemanas y de los Estados Unidos, algunos movimientos han buscado perseguir objetivos Verdes actuando ‘desde arriba’ a través de las leyes, y siempre han tenido que ceder. abandonar una posición detrás de otra.

Con esto no quiero decir que no tenemos que empeñarnos en llevar a cabo cambios que puedan atrasar o bloquear la disgregación de la sociedad actual y del mundo natural. Ya sé que no tenemos mucho tiempo a nuestra disposición. Los problemas son reales e involucran también a las dos generaciones siguientes, y quizás ni siquiera las dos próximas generaciones sean decisivas por lo que respecta a la sobrevivencia de nuestra especie y la conservación de nuestro habitat y de nuestro planeta. De todas formas, si no podemos dar a la gente una imagen unitaria, una visión práctica y ética al mismo tiempo, y que cuestione su sensibilidad, entonces, ¿saben ustedes quién tomará el poder en este caos?: la derecha, los reaccionarios.

Hoy en América, la derecha se califica a sí misma como ‘la mayoría moral’, y dice: «Devolvamos su significado a la vida. Devolvamos su significado a las relaciones humanas». Y, por mala suerte, lo que queda de la izquierda americana, no hace otra cosa que hablar de ‘progreso’ de ‘centralizar’ y de todas las mismas cosas que el socialismo repite desde hace 150 años.

Primero tenemos que recuperar aquel terreno sobre el que la gente está buscando la verdad, y no tan sólo la sobrevivencia: una manera de vivir que hable de calidad y no sólo de cantidad. Tenemos que difundir un mensaje coherente para todos, un mensaje que sea para la base de la sociedad, que la haga partícipe, que enseñe qué significa el ser ciudadanos y el decidir autónomamente. En otras palabras, tenemos que elaborar una nueva política, una política Verde que reemplace a la vieja política autoritaria y centralista, basada en las estructuras de los partidos y en la burocracia. Esto es lo más importante que tenemos que aprender. Si no lo logramos, los movimientos verdes serán absorbidos poco a poco por los movimientos tradicionales. El objetivo principal se disolverá frente a los pequeños objetivos a corto plazo y vencimiento.

Los compromisos sobre ‘males menores’ nos llevarán siempre a males peores. La gente dirá: ¡Qué es esto? ¿La misma política de siempre? ¿La misma burocracia de siempre? ¿El mismo parlamentarismo que siempre hemos tenido? ¿Por qué tendría yo que votar verde? ¿Por qué tendría que darle fuerza a los verdes? ¿Por qué no tendría que seguir apoyando a la democracia cristiana, o al partido comunista, o a cualquier otro partido que garantiza resultados inmediatos, y satisfacciones inmediatas?… Nuestra responsabilidad de Verdes de Europa — como en América — en Alemania, como en tantas partes del mundo, y sobre todo en Italia, ya que ustedes están apenas empezando ahora, es de aprender de lo que está ocurriendo en los movimientos verdes desde hace 5 a 10 años.

Tenemos que darnos cuenta que hay que sustituir la vieja política tradicional de los partidos, con una política verde. Que hay que poner energía a nivel de base en las comunidades, que hay que elaborar análisis que vayan más allá del puro ambientalismo y de los otros problemas importantes a los cuales nos dedicamos cotidianamente (pesticidas, energía nuclear, Chernobyl).

Tenemos que darnos cuenta que esta sociedad no es solamente dura e insensible, sino que sus mismas leyes prevén su propia destrucción, la destrucción del planeta y la de las bases para la sobrevivencia humana. Tenemos que proponer nuevas alternativas, nuevas instituciones fundadas en una democracia local, en la participación local, que pueda constituir un nuevo poder contra el Estado centralizado, que pueda constituir un nuevo sistema de relaciones sociales, en el cual un número cada vez mayor de personas, tome parte activa en una política realmente libertaria. Esta es nuestra única alternativa para evitar caer en la misma política de partido, corrupta y rebasada, que vuelve a las personas cínicas, indiferentes, siempre más encerradas en sus propias esferas privadas.

Un Momento de Transición.

Déjenme concluir con una última consideración de importancia. No solamente estamos luchando para mejorar nuestras relaciones humanas. Como el sistema de mercado, también el sistema capitalistas sigue simplificando no sólo la obra compleja de millones de años, sino también el espíritu humano. Se está simplificando el espíritu mismo de la humanidad, se le está quitando la complejidad y la plenitud que contribuyen a formar personalidades creativas. Entonces, nuestra nueva política no debe tener como único objetivo el de salvar el planeta y crear una sociedad verde, ecológica, de carácter libertario, y una alternativa política a nivel de base. Hay también que ver aún más allá de todo esto: si no se pone un fin a la ‘simplificación’ del planeta, de la comunidad y de la sociedad, lograrán simplificar al espíritu humano a tal punto (y con basura del tipo de ‘Dallas’, de ‘Dinasty’ y otros programas televisivos) que se acabará hasta con el mismo espíritu de rebeldía, el único capaz de promover un cambio social y un reverdecimiento real del planeta.

Hoy vivimos en un momento de transición, no sólo de una sociedad a otra, sino de una personalidad a otra nueva. ¡Muchas gracias!

Publicado en ECOANARQUISMO

Biblioteca

  • Ecología de la libertad. Murray Bookchin.
  • La Revolución Española de 1936: Documentos archivados contra los mitos de los historiadores. Vadim Damier.
  • La quimera del poder popular: una forma de integración al sistema. Patrick Rossineri.
  • Sobre el sionismo. Emma Goldman.
  • Seis tesis sobre municipalismo libertario. Murray Bookchin.
  • ¿Qué es el anarquismo? Vadim Damier.
  • Las comunas libres en el pensamiento de Kropotkin y López Arango. Pedro Peumo.
  • Anarquismo y cosmopolitismo. Vadim Damier.
  • El apoyo mutuo. Pitr Kropotkin.
  • Estatismo y anarquía. Mijail Bakunin.
  • Nosotros los verdes, nosotros los anarquistas. Murray Bookchin.
Funciona gracias a WordPress | Tema: micro, desarrollado por DevriX.